El ácido del diablo es una mezcla de diferentes ácidos que se convierte en una sustancia de alto poder corrosivo, surgida de la combinación de ácido sulfúrico, ácido clorhídrico, ácido muriático, removedor de pintura de vehículos a los cuales se añade el denominado plomerito, que es un producto alcalino de alta potencia que se vende en ferreterías utilizado para destapar tuberías.

A esta sustancia mortífera se le agrega azúcar parda o miel para hacerla una mezcla viscosa difícil de diluir con el propósito de que dure más el tiempo de su acción sobre la piel, ya que la gravedad de sus efectos depende de la concentración del ácido y del tiempo que dure este ácido sobre la piel, para hacer más profundo su efecto mortífero, los agresores, en los últimos casos registrados, no se conforman con pequeñas porciones del ácido del diablo, sino que utilizan cubetas y otros recipientes de amplio volumen de almacenamiento, a fin de ampliar el radio de sus consecuencias malignas.

El ácido del diablo puede afectar los huesos y órganos vitales como el hígado y los riñones, así como causar ceguera y deformación permanente del rostro y otras partes del cuerpo. El uso frecuente del ácido del diablo le ha convertido en un arma de la delincuencia para cometer agresiones por encargos que mayoritariamente tienen como objetivos a mujeres pero incluso niños han sido afectados, con consecuencias devastadoras que generan daños físicos, emocionales, económicos, psicológicos y sociales como son discriminación, aislamiento y problemas laborales.

El 8 de marzo del año 2011, cuando el mundo celebraba el Día Internacional de la Mujer, Cauris sentía en carne viva los efectos del ácido, cuya venta al público está prohibida en el país caribeño, aunque se sigue comercializando de manera exclusiva para procesos industriales o para empresas de servicios.

Su ex marido, de 30 años, le provocó supuestamente quemaduras en el rostro y en la cabeza, y le derritió buena parte de la espalda al rociarle aquel día «ácido del diablo», después de que se negara a retomar una relación de tres años que terminó por las constantes agresiones físicas y verbales que recibía de su compañero, a quien se unió tras cuatro años de noviazgo, relata la mujer.

Ella una de las decenas de víctimas desfiguradas por el «ácido del diablo», como popularmente se conoce en a este producto que se utiliza regularmente para desatascar tuberías.